La neuropsicología inició su andadura como una especialidad científica interesada en el estudio de las relaciones cerebro-conducta en personas con daño cerebral.

 

 

Posteriormente, con la incorporación de las nuevas orientaciones procedentes de las ciencias cognitivas, la neurobiología molecular y la neuroimagen, se fue consolidando un conocimiento más sólido de las bases neurales subyacentes en las funciones cognitivas. Sin embargo, dicha consolidación se produjo fundamentalmente con sujetos adultos, prestando una atención muy limitada a las relaciones cerebro-conducta en niños y niñas. De hecho, ha existido un cierto desinterés por la neuropsicología infantil hasta fechas relativamente recientes, y como ejemplo, la primera publicación científica de esta especialidad, Developmental Neuropsychology, no apareció hasta 1985, casi un cuarto de siglo más tarde que la revista pionera de la especialidad: Neuropsychologia.

Como la neuropsicología infantil ha tenido un desarrollo más tardío, aún queda un territorio muy amplio por investigar en neuropsicología pediátrica, neuropsicología clínica infantil y neuropsicología educativa. La creciente preocupación por los aspectos cognitivos de diversas patologías neuropediátricas como las dificultades de aprendizaje, el déficit de atención o los niños con bajo peso al nacer exige que se active la investigación de nuevas técnicas de evaluación y rehabilitación neuropsicológica.

Se hace urgente profundizar y ampliar los recursos en evaluación neuropsicológica infantil, desarrollando nuevas pruebas diagnósticas con un mayor grado de sofisticación que las existentes en la actualidad. En los próximos años se deben activar nuevas pruebas que definan de manera más eficaz los puntos fuertes y débiles del perfil cognitivo, tanto en niños sanos como en los que presentan dificultades de aprendizaje o patologías neuropediátricas (Portellano, 2007; Portellano, Martínez y Zumárraga, 2009).

Igualmente en un futuro a corto plazo hay que mejorar los métodos de rehabilitación de los déficit cognitivos en la infancia, especialmente inspirados en la restauración de funciones favorecida por la mayor plasticidad del cerebro infantil (Aylward, 1997; Berembaum, 1998; Portellano, 2007). Desde las formulaciones iniciales de María Montessori, que justamente debe ser considerada como pionera de la rehabilitación cognitiva en la infancia , se ha producido un desarrollo creciente en la investigación de nuevas técnicas de rehabilitación neuropsicológica, pero con frecuencia resultan demasiado inespecíficas.

En el extremo opuesto del ciclo vital, la neuropsicología geriátrica continúa siendo otra asignatura pendiente de la neuropsicología. Es cierto que existe un creciente conocimiento neurocientífico y neuropsicológico de las demencias clásicas que mayoritariamente afectan a personas de edad más avanzada, pero tenemos que reconocer que el conocimiento de las peculiaridades neuropsicológicas del envejecimiento normal dista mucho de ser tan amplio como el que se tiene del envejecimiento patológico. Conocemos proporcionalmente mejor los aspectos neurocognitivos de los ancianos con deterioro que los de aquellos que no lo presentan, a pesar de ser el colectivo más numeroso entre la población geriátrica. En los próximos años, urge que la neuropsicología elimine esta laguna, ya que de este modo se contribuirá a mejorar la calidad de vida de este segmento de población.

Consolidación Profesional del Neuropsicólogo.

Algunos países como Estados Unidos ya han realizado un importante esfuerzo por incorporar y definir la neuropsicología clínica como una especialidad autónoma. Desde 1981 existe un reconocimiento profesional del neuropsicólogo en aquel país, a partir de su inclusión dentro de la División 40 en la Asociación Americana de Psicología (Ryan & López, 1998). Este hecho supuso el primer reconocimiento de la neuropsicología clínica como especialidad dentro de la psicología. Otros países han iniciado más tardíamente el reconocimiento profesional del neuropsicólogo, sin que en la mayoría de las ocasiones exista un perfil profesional homologado. Si bien cada vez se es más consciente de la necesidad de incorporar neuropsicólogos a los servicios asistenciales, sin embargo, no siempre existe una consolidación del perfil técnico o profesional.

Se hace necesario el reconocimiento pleno de la figura del neuropsicólogo, no sólo a nivel académico y formativo, sino por parte de las instituciones médicas, sociales y educativas de los distintos países. Esta consolidación debe producirse en los próximos años aprovechando el fuerte auge de la neuropsicología. Las Administraciones deben incluir definitivamente la neuropsicología como una especialidad dentro de los servicios de salud, reconociéndola como un derecho del paciente.

Además, el reconocimiento de la actividad profesional del neuropsicólogo supondrá una mejora en la calidad de vida de los afectados con DCA, así como una forma de optimizar los recursos sociosanitarios, ya que la rehabilitación del paciente puede permitir su mejor reincorporación sociolaboral, con la correspondiente disminución del gasto asistencial.

Por último, el neuropsicólogo tiene que participar cada vez de un modo más activo en áreas que exceden a las que tradicionalmente ha venido desempeñando, como el ámbito jurídico, militar, farmacológico, geriátrico o laboral.

La neuropsicología debe conseguir definitivamente la integración conceptual de las distintas orientaciones actualmente existentes, manifestándose cada vez más como una ciencia abierta, transversal y holística que sirva como interlocutora de otras disciplinas, no sólo neurocientíficas, sino derivadas de la ciencia cognitiva, la bioingeniería o la inteligencia artificial. Como ha señalado un prestigioso neurocientífico contemporáneo, Steven Rose, todavía existen demasiadas lecturas divergentes de los procesos cognitivos, lo que hace que distintos neurocientíficos de orientación neurobiológica o cognitiva empleen lenguajes diferentes no siempre conciliables entre sí (Rose, 2008).

La neuropsicología debe seguir tendiendo puentes, sirviendo de tejido que una el cerebro con los procesos mentales. Mientras que la psicopatología tiende muchas veces al reduccionismo, transformando al homo sapiens en «homo sinapticus», en el otro extremo, ciertas psicologías asumen una perspectiva demasiado macroscópica de la actividad mental. Si se asume que la mente es el resultado de la actividad cerebral, profundizar en el estudio de la mente exige hacerlo en el conocimiento del funcionamiento cerebral, como pretende de modo prioritario la neuropsicología (Tirapu et al. 2008).

 


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