El tamaño del cerebro se ha triplicado desde el paleolítico, un dato incompatible “El Famoso 10%”

 

 

«El cerebro es un órgano maravilloso. Comienza a funcionar por la mañana y no para hasta que uno llega al trabajo». Lo escribió el poeta Robert Frost y lo citaban en Investigación y Ciencia, en 2009, Scott Lilienfeld y Hal Arkowitz, psicólogos de las Universidades de Emory y Arizona, respectivamente. Precisamente trataban de desmitificar algunas de las creencias erróneas más extendidas sobre nuestro órgano rector.

Situada en el top ten de falsas creencias está la idea de que sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro. Y podría tener su origen, paradójicamente, en algo que escribió William James, considerado el padre de la Psicología en Estados Unidos, y una de las figuras más influyentes en esta disciplica en todo el mundo. Sus aportaciones fueron decisivas para la transformación de la psicología en una ciencia moderna.

James escribió que la mayoría de las personas solo sacan partido de una pequeña parte de su potencial intelectual. Pero varios autores de masas tergiversaron sus palabras. Uno de ellos fue Lowell Thomas, que en 1936 prologó el best seller «Cómo ganar amigos e influir sobre las personas», donde se decía que solo utilizamos un 10% del cerebro, explican Lilienfeld y Arkowitz.

A principios del siglo pasado había algunos estudios que sugerían que una gran parte de la corteza cerebral permanecía «silenciosa». El avance de las técnicas utilizadas en Neurociencia acabó con esa idea: Esa gran parte silenciosa era lo que hoy se conoce como cortezas de asociación, que juegan un papel esencial en la integración de las percepciones procedentes de distintos sentidos, las emociones y los pensamientos.

Pero quizás las pruebas más concluyentes sean las de neuroimagen, pues como suele decirse valen más que mil palabras: Ninguna zona del cerebro permanece inactiva, ni siquiera mientras dormimos, cuando se observa el cerebro.

Otra prueba en contra. A diferencia de lo que a principios del siglo pasado se creía, no existen zonas del cerebro donde una lesión no acarree ninguna secuela. En la película “A propósito de Henry“, el protagonista, interpretado por Harrinson Ford, recibe un balazo en la frente. La zona más “apropiada” para que se aloje una bala con el mínimo daño, según sostienen los médicos que le atienden. Sin embargo, como sabrán quienes vieron la película, a pesar de todo, Henry debe aprender desde cero tareas tan simples como atarse el cordón de los zapatos.

Un tercer dato en contra: nuestro cerebro, con su kilo y medio, supone aproximadamente un 2% del peso corporal. Sin embargo, consume el 20% -la quinta parte- de la energía de todo el organismo. Mantener el 90% de sus células inactivas sería un coste desmesurado desde el punto de vista evolutivo. En la evolución prima la economía.

En los últimos diez años, la neurociencia ha avanzado más que en los veinte siglos previos. En la actualidad, existen mapas bastante completos del cerebro y en ninguno de ellos aparecen zonas a las que no se atribuya ninguna función.

Por cierto, el 90% que según este falso mito dejamos de utilizar tampoco nos haría tan inteligentes y capaces. En realidad, se ha demostrado que las personas más inteligentes tienen una actividad cerebral por debajo de la media. Lo que sugiere que sus circuitos cerebrales son más eficientes. A veces, menos es más.


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