Las convicciones representan los contenidos más estables de la mente mientras que las emociones son más volátiles y están vinculadas a los cambiantes estados de ánimo.
En la mente de los jugadores no hay espacio ilimitado para que convivan ambas situaciones, en el mismo momento. Lo que hay de emociones, no hay de convicciones y viceversa.
La característica fundamental del jugador inundado por emociones es que presenta un alto nivel de desconcentración, de distracción constante a estímulos externos que limitan la puesta en juego de sus capacidades. Presenta cambios de ánimo muy bruscos y ciclos consecutivos de emoción muy alta, en donde el jugador se pone eufórico y luego se desploma anímicamente al recibir un punto en contra. Esto perturba el desempeño del jugador o del equipo.
Originalidad
El estilo propio refiere a la originalidad con que la persona se mira a sí misma, sin quedar prisionera de la mirada de los otros. Esta originalidad le permite desarrollar sus propósitos de auto superación.
El alto rendimiento exige el suficiente estilo propio para no entrar en parámetros culturales y poder convertirse en alguien que no se sienta afectado ni por el error, ni por el fracaso.
La exigencia social lleva a corresponderse con comportamientos como el hecho de enojarse cuando algo sale mal. Pareciera que si alguien no considera su error y lo deja pasar es un irresponsable. Sin embargo, desde el punto de vista del alto rendimiento, sucede todo lo contrario.
Manejo Del Error
Casi todas las personas saben qué hacer cuando las cosas salen bien. Pero en el alto rendimiento, la diferencia la marcan quienes saben tomar decisiones cuando las cosas salen mal.
Es la capacidad para manejar el error, para superar el supuesto fracaso lo que diferencia a unos de otros. Quienes están preparados para perder, y pueden tolerar los fallos han construido una mente de acero, que el adversario capta y no puede más que rendirse a esa consistencia, producto de la confianza de que se perseverará hasta el final.
Superarse a sí Mismo
El partido no es para ganar sino para potenciar el rendimiento.
En el alto rendimiento la única competencia es consigo mismo. Entrar en la provocación de creer que se compite con un adversario, desvía la energía que se debe colocar en la única y verdadera competencia que es la de superarse a sí mismo.
El jugador no valora el resultado sino la conformidad con la performance, que brindó durante el juego. La posibilidad de explorar nuevos espacios, de llegar hasta donde ayer no se llegó, es lo que está en la mente del deportista de alto rendimiento. Al atravesar los propios límites, experimenta una profunda satisfacción, mayor que cualquier premio externo, copa o reconocimiento moral y económico.
La satisfacción plena viene con el cambio interno que conduce al deportista a ser mejor con él mismo. No tanto a ser el mejor entre los otros.
Puede ganar y no estar conforme pero también puede perder y estar conforme.
La performance mental óptima es la que se sostiene en el transcurso del tiempo, creciendo en esa conformidad consigo mismo.
Sistema de Juego
La lucha de los paradigmas mentales se nota en la capacidad para establecer un sistema de juego. La fortaleza mental para marcar las reglas sobre las que se planteará la competencia define a quien finalmente se llevará la victoria.
La competencia es un enfrentamiento mental que se ve en la definición del sistema de juego. Si el jugador está más centrado en tratar de neutralizar el sistema de juego de su adversario en lugar de imponer el propio, entonces el adversario llevará la delantera desde el punto de vista mental y cuando logre descifrar el sistema de juego para poder neutralizarlo, el partida ya habrá terminado.
Los jugadores y equipos de alto rendimiento sólo están atentos a desplegar su propio sistema de juego.
Ciclos
Del encuentro de los paradigmas mentales de los distintos jugadores o equipos surgen los ciclos de juego.
El profesional de la psicología del deporte analiza la dinámica de estos ciclos para comprender el estado mental de cada jugador y lo ayuda a comprenderlos y aceptarlos. Esto le permite anticipar ciclos futuros obteniendo mayor claridad en la resolución de cada una de las fases del juego, a mayor cantidad de ciclos anticipados.
En el inicio de la competencia, el jugador tiene cierto registro sobre su nivel de entrega, disfrute, convicciones, miedos u obsesiones por el resultado. Sin embargo, la estabilidad mental se observa a través de detalles como su tranquilidad o exaltación, su confianza o sus quejas. Aspectos que ponen de manifiesto el proceso interno que está atravesado durante el partido.
La capacidad de anticipar es la que permite mantener una armonía mental. El jugador puede anticipar cada ciclo y de esta manera disminuir las brechas entre los picos de gran exaltación y máximo fracaso. Esto le brinda mayor estabilidad mental para dominar el juego y quebrar al oponente.
Hipermotivación
Se deben identificar a los jugadores híper motivados o, como se dice vulgarmente, “pasados de rosca” debido a que generan inestabilidad, vuelven vulnerables a sus equipos y, en un momento del juego, se quiebran al no poder mantener el ritmo de sus inestables emociones.
Cuanto mayor es la brecha entre el pico más alto de euforia y el pico más bajo de frustración, es fundamental realizar un trabajo de fondo con la confianza. Se debe buscar que los ciclos sean menos pronunciados para mantener el equilibrio del equipo durante el partido.
La situación óptima es llegar al nivel más bajo de emociones en el cual el jugador experimenta un crecimiento constante durante el juego. El partido arranca con calma porque no está exaltado y logra un final con un alto grado de rendimiento. Así funcionan los deportistas basados en convicciones.
El objetivo es conseguir estabilidad mental en el juego y para esto hay que bajar los niveles de ansiedad. La convicción profunda de que ese juego va a ser inevitablemente ganado es el contenido que define el máximo estándar mental, que es tener una visión clara de lo que va a pasar.
La arenga es una modalidad donde lo que prima es un discurso sin serenidad, con un alto volumen de voz que alarga las palabras. Es el fracaso de las formas sanas y pacientes de construcción de confianza, que genera altas cargas de tensión emocional y conduce a una gran inestabilidad mental. Las arengas buscan generar una reacción y esconden la posibilidad de dar el máximo por sí mismo.
Si bien el exagerado énfasis provoca un efecto de rápida estimulación inicial, el equipo o jugador queda demasiado cargado de emociones y corre el riesgo que, al primer traspié, la mente no pueda mantener la congruencia de sus emociones y se desplome.
Las arengas colocan las emociones en primer plano, ocupando el lugar de las convicciones. Al ser las emociones superficiales, pasajeras y fluctuantes, el jugador queda en un estado mental precario, límite e inestable que no puede controlar el partido, desde una convicción más profunda y estable.
Los entrenadores, capitanes y los propios jugadores suelen recurrir a la arenga, por su falta de conocimientos en la generación de confianza profunda. La satisfacción basada en emociones es más intensa, pero la que está basada en la confianza es siempre más estable y propia del alto rendimiento.
Impotencia
El concepto de hombría, valentía y tenacidad, que se refleja en las reacciones violentas de los jugadores, trae problemas que el psicólogo deportivo debe solucionar. Perder el control, enojarse o “sacarse” es una manifestación de impotencia profunda. El jugador que se jacta de estas actitudes tiene un largo camino por recorrer para llegar al alto rendimiento.
Muchos entrenadores o compañeros valoran las actitudes del tipo: “Me enojé, me sacaron, no me pude dominar”. Es decir que, de alguna manera, festejan el triunfo de sus arranques, en detrimento de su capacidad para controlarse y de la estabilidad mental en el juego.
Se puede jugar discutiéndole al árbitro, peleándose con los propios compañeros, pegándose con los adversarios, enojándose con errores propios y ajenos, pero para alcanzar la excelencia se deben cambiar estos comportamientos que hablan de la falta de convicción y atentan contra la performance del rendimiento deportivo.
Violencia
Nunca se debe fomentar la violencia como una estrategia de juego, pues el nivel de enojo impide concentrarse y, todo el tiempo que se está enojado, se está desconcentrado.
En el juego por equipo cada jugador debe focalizar en el rol que debe cumplir para desempeñarse bien. Si se da el lujo de irse con su cabeza a otro lugar, donde pretende hacer justicia o descargarse emocionalmente, olvida que deja un grupo del cual forma parte y es responsable. Actitud que le otorga una ventaja al equipo contrario.
Todo el equipo sufre una caída en la concentración. Más aún si la reacción del jugador termina en una expulsión, que implica dejar al equipo en inferioridad de condiciones, con la desventaja que da tener un jugador menos de la cancha.
Se deben despejar todos los agentes que favorecen la desconcentración. El sentimiento de impotencia es la madre de la violencia y se elimina con el desarrollo de la confianza.
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